Era como abrir los ojos,
como ver sombras bajo el agua.
Era inefable
como un silencio nocturno y cómplice.
Era más que lo conocido.
Era la suma de todos esos balbuceos,
era una oración;
era imposible saberla
y reconocerme a la vez.
Era páginas revueltas,
era mis faltas y sus sobras.
Era una madrugada,
era preciosa aquella ignorancia.
Y en dos segundos fue cuervos
y después, un recuerdo.
Ahora es un bostezo
que me llevo a los labios
cuando andamos desalmados
y bien encarnados.
28.10.07
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